Mi madre estaba petando a la puerta. Miré el reloj, eran las
10 de la mañana y además, era un sábado. Mi madre entró con un pastelito con
una vela encendida y me felicitó al mismo tiempo que me daba un achuchón.
-Tu desayuno te espera abajo-dijo con una sonrisa, dejando
el pastelito encima de la mesa.
Cerró la puerta tras ella. Tenía sueño, pero no podía dejar
que mi desayuno se enfriase. Me puse mis zapatillas de leopardo y bajé las
escaleras con torpeza. Mi madre había
preparado tortitas y tenía sirope de chocolate.
Gracias a eso adoraba a mi madre un poco más. Cuando acabé de desayunar, mi padre apareció
en el salón con una caja envuelta. Lo
desenvolví…¡Era el vestido que tanto quería! Le di un enorme abrazo a mi padre, y subí corriendo a
mi habitación para probármelo. Me quedaba genial. Estaba hecho para mí.
Timbraron a la puerta. Cuando abría la puerta me encontré
con unas cuantas maletas y tras ellas estaba Amy.
-Yo también me alegro de verte, pero me estás dejando sin
respiración-dijo intentando separarse de mí, pero con una gran sonrisa.
-Oh, perdona-dije soltándola de repente- Es que te echaba de
menos, y…Y ya sabes que soy muy cariñosa.
- Si lo sé-dijo entre una carcajada- ¿Me ayudas?-señaló las
maletas.
-Sí, claro- cogí una de sus maletas y la subí a mi
habitación- ¿Cuantos días te quedas?
-Una semana y algo
más. Justo lo que duran las vacaciones
de carnavales.
-Ains… ¡Qué feliz estoy!- dije dándole otro abrazo.
-¿Vamos a dar una vuelta? Hace un día estupendo- dijo con
una gran sonrisa mirando por la ventana.
-Si, claro, vamos- la cogí del brazo y bajamos rápidamente.
-¿No te olvidas de algo?- dijo deteniéndome delante de la
puerta y mirándome de arriba abajo.
-¡Llevo el pijama puesto!- Con la emoción de su llegada no
me había dado cuenta. Subí a arriba a cambiarme. (Polyvore.)
La verdad es que
hacía un buen día, ni calor ni frío. Fuimos al parque solitario que tanto nos
gustaba. Era el lugar perfecto para hacer nuestras locuras sin que nadie nos
mirase con cara de asco.Era un parque pequeño, con un lago. Había un banco
antiguo al que siempre le daba la sombra por culpa de un roble. Por un momento,
me imaginé en ese banco, con la cabeza apoyada sobre la pierna de Damian. También había unos columpios, en los que parecía que volabas y que podía rozar el cielo. Amy me hizo un gesto para que volviera al
mundo. Había traído su réflex. Nos acercamos a los columpios y empezamos a sacar muchísimas fotos. Al igual
que yo, Amy amaba la fotografía.
-¿En que estabas pensado hace un rato? Estabas ida-dijo
mientras nos sentábamos en el banco.
-En nada- dije cogiéndole la cámara y le saqué una foto-
Quedaste preciosa.
-No me cambies de tema, te conozco demasiado y diría que, en
esa cabecita pelirroja ronda un chico. ¿De quién se trata?
-Ay, amiga, es difícil ocultarte las cosas. Se llama Damian
y sus ojos verdes me tienen loca.
-¡Ajá, te pillé! Venga, continuemos sacando fotos. Quiero
hacer un álbum de recuerdos- me cogió la cámara y empezó a sacar fotos poniendo
caras raras.Luego me cogió del brazo y me llevó hasta la orilla del lago.
Después de unas 100 fotos, mi móvil vibró. Era mi
madre, me estaba llamando para ir a
comer. Miré la hora, ya eran las 2 del mediodía. Las horas se me pasaron
volando. Tardamos media hora en llegar a
casa, algo normal, cuando paras cada dos por tres a sacar fotos. Mi madre
estaba algo cabreada, ya que la comida se estaba enfriando. Le pedimos perdón y
nos sentamos a comer. Cuando terminamos de comer, subimos a la habitación a
arreglarnos un poco para quedar con Alice y Danna. Amy tenía ganas de conocerlas.

