Por fin, había llegado la hora del recreo. Recogí las cosas sin prisa ninguna. Los pasillos
estaban llenos de gente. Al fondo, podía ver a Stella y a su tropa de pijos.
Llevamos 4 años juntas, pero no era capaz de soportarla. En la cancha de
baloncesto había un rincón vacío, me apoyé en la pared con mis auriculares. El primer día de clase había sido eterno sin
Amy. Durante esos 4 años ella había sido mi único apoyo .Y ahora, estaba sin
ella. No sabía si sería capaz de soportar todo el curso.
Observé más allá de la cancha, solo había árboles. Pero
entonces me fijé, allí estaba él, sentado debajo de un árbol, con un bloc de
dibujo y sus carboncillos. No apartaba la vista del bloc, lo que fuera que
estaba dibujando, lo dibujaba con una gran intensidad.
-Hola-dijo una voz conocida, pero igual me
sobresalté-Perdona, te he asustado.
-Hola-dije quitándome los auriculares.-No, tranquilo,
simplemente estaba en mi mundo.
-¿Y tus amigas? Siempre te veo sola…
-Pues…Separándonos miles de kilómetros…
-¿Y eso?
-Mi única amiga, se fue a otra ciudad-digo, mientras las
lágrimas amenazan con hundir mis ojos.
-Vaya…Lo siento-dice sentándose a mi lado- Pero, igual, sigo
sin entender como no tienes más amigas. Yo veo dentro de ti a una persona
encantadora, amable…
-Ya, pero no todos piensan lo mismo.
La sirena había tocado al fin. Esa conversación me resultaba
algo incomoda. No me gusta hablar de mí. Cuando ya estaba llegando a la puerta
alguien gritó.
-Ey!-me había agarrado el brazo, suavemente, y yo me giré
nada más notarlo- ¿Cómo te llamas?
-Averígualo-riendo y apartándome el pelo de la cara, que el
aire hizo que llegara hasta ahí- Tú, te llamas Gael, ¿no?
-Si, ¿Cómo lo sabes?-dijo con una enorme sonrisa- ¿Por qué
no me quieres decir tú nombre?
-Porque si de verdad te interesa, encontrarás la manera de
averiguarlo-le guiñé el ojo y di media vuelta-¡Hasta luego!
Me tocaba francés, por suerte, era la última clase y la más
divertida de esa mañana. La profesora siempre llegaba a clase con una enorme
sonrisa pintada en su cara, siempre vestía con colores alegres y estaba
dispuesta a ayudarte en cualquier problema, siempre que le pidieses ayuda. Las clases se hacían cortas. Me senté al lado de una chica, que me parecía
nueva, o al menos yo no la había visto hasta ese día. Llevaba unas Ray-ban y
una coleta alta mal hecha, parecía tímida. La profe dijo su nombre, la chica
que estaba sentada a mi lado se llamaba Danna.
-Danna, dime los números del 40 al 50 en francés-dijo,
observándola por encima de las gafas.
-Quarante, quarante et un…-estaba nerviosa, yo continúe
diciéndole los numero al oído, parecía no saberlos.
-Muy bien, continuemos dando clase.
Siguió dando clase durante 40 min, no se habían hecho tan
eternos como en las otras clases. La
gente bajaba corriendo y saltando las escaleras, estaba ansioso por salir de
ahí. De repente, mi pie resbalo y me
estaba cayendo para atrás, pero alguien me agarró. Le miré a los ojos, y ahí
estaba él, otra vez, con sus ojos verdes. Me había salvado la vida o por lo
menos de romper la cabeza. Me estaba agarrando por la cintura, me ayudó a
ponerme en equilibrio.
-Deberías tener más cuidado-dijo sonriendo y bajando las
escaleras.