“Sus labios
estaban próximos a los míos, podía sentir su aliento. Sus manos se acercaban
tímidamente a mi cadera. Se acercaba el momento más deseado de mi vida”.
El ruido del
despertador resonó en mi cabeza. Otra vez me había quedado dormida soñando con
ese chico. Pero, ¿Quién era? No sabía nada de él, ni su nombre. Mi madre me
estaba llamando a voces.
-¡Shelly!
¿Por qué tardas tanto?
Era el
primer día de clase y mi madre siempre se pone más nerviosa que yo. Me dirigí
al armario y me busqué mi pantalón favorito. Era un pitillo muy gastado, pero
me encantaba. Me puse una sudadera algo colorida y mis converse .Me gustaba ir
cómoda y casual. Bajé rápidamente las escaleras. En la cocina ya tenía el
desayuno preparado. Desayuné rápidamente, ya que, estaba por venir el bus. Subí
a arreglarme un poco y a cepillarme los dientes. Me disponía a bajar de nuevo,
cuando en mi móvil sonó un pequeño pitido. Era un mensaje de un desconocido:
“Gracias por
soñar conmigo está noche”.
Mis ojos se
abrieron como platos, ¿De quién era ese número? Y, ¿A que venía ese mensaje? Me
estaba asustando, pero cuando mi madre me volvió a llamar, dejé de darle
importancia. Había perdido el bus, mi madre estaba enfurecida porque me tenía
que llevar al instituto.
Cuando
llegamos al instituto, observe por la ventana del coche, como todos se
saludaban con sonrisa y abrazos. Yo ya no podía sentir esa experiencia. Mi
mejor amiga, mi única amiga, se había traslado a otro instituto. No tenía a
quien darle un gran achuchón ni a quien contarle las cosas que le habían pasado
durante el verano.
El timbre
sonó y me despedí de mi madre. Salí del
coche y me dirigí al salón de actos, para recibir las explicaciones y para
poder saber con quién me tocaría en clase. Nos dieron los horarios de clase.
¡Genial! Los lunes a primera hora, matemáticas. Me gustaban las mates, pero a
primera hora, eran una pesadilla. Alguien me tocó el hombro.
-Perdona, soy
nuevo y no sé muy bien donde mi clase-me miró fijamente con sus ojos azules, me
había puesto roja o al menos, lo notaba.
-Vamos en la
misma clase-dije con una voz tímida-
-¡Genial!
Entonces te sigo-esbozó una leve sonrisa, estaba claro, me había puesto como un
tomate.
Me acompañó
hasta la clase, yo me senté en un pupitre que quedaba vacío al fondo de la
clase. Él se sentó en uno que había un poco más adelante. Ya habíamos empezado
la clase, cuando alguien petó a la puerta. El profesor abrió la puerta y yo vi a una cara
muy conocida con sus ojos de color verde intenso.
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